Borrar
Animales de compañía

Formas de 'borrar' mujeres

Juan Manuel de Prada

Miércoles, 30 de Abril 2025, 14:45h

Tiempo de lectura: 3 min

Ha sido muy celebrada entre las llamadas 'feministas clásicas' una sentencia del Tribunal Supremo de Reino Unido donde se establece que la definición legal de mujer se basa en el sexo de nacimiento de la persona; por lo que quedarían excluidas de esta definición todas las variantes de sopicaldo penevulvar que se han impuesto (para 'borrar' a las mujeres, según las 'feministas clásicas'). La determinación sexual gana así una batalla que es, desde luego, una victoria del sentido común; pero convendría hacer ciertas precisiones a este biologicismo desmelenado que las 'feministas clásicas' defienden con tanto denuedo.

El 'feminismo clásico' llamó 'género' al alma, cuya existencia no quiso reconocer

En primer lugar, debería recordarse que fueron precisamente las 'feministas clásicas' quienes dieron alas al transgenerismo y al sopicaldo penevulvar, imponiendo una delirante 'teoría de género', según la cual existen unos 'constructos' culturales que asignan 'roles' a hombres y mujeres y han perjudicado a la mujer, atándola al hogar y a la maternidad. La 'teoría de género' postula que reneguemos de tales 'constructos' culturales, considerando que el 'género' es una mochila de la que nos podemos desprender fácilmente, como la culebra se desprende de su piel. Y, liberando a la mujer de esa supuesta mochila, el 'feminismo clásico' pretendía que la mujer se liberaría de 'roles' culturales oprobiosos. Lo que en realidad consiguió fue más bien revolver a muchas mujeres contra su propia naturaleza, arrojándolas a la intemperie antropológica; además, por supuesto, de alimentar la lucha de sexos hasta el frenesí y destruir los vínculos naturales y la institución familiar. La 'teoría de género' introducida por las 'feministas clásicas' fue, además, causa principalísima de que la sexualidad humana se convirtiese en una suerte de 'asignatura de libre configuración'; e, inevitablemente, esas personas que hicieron de su sexualidad una 'asignatura de libre configuración' acabaron declarándose hombres o mujeres al dictado de su sentimiento. La identidad sexual 'sentida' que postula el transgenerismo es, en fin, una consecuencia directa de la desquiciada 'teoría de género' formulada por el llamado 'feminismo clásico'.

Por supuesto, el 'género' es una invención quimérica, lo mismo que el unicornio; pero, como todas las invenciones quiméricas, se inspira en realidades ciertas, que han sido oscurecidas y deformadas. Y lo que el llamado 'feminismo clásico' llamó 'género', presentándolo como una oprobiosa mochila de la que las mujeres debían desprenderse para alcanzar su liberación, no era ningún 'constructo' cultural, sino algo tan constitutivo de la propia naturaleza como el cuerpo que habitamos. El llamado 'feminismo clásico' llamó 'género' a lo que en realidad es el alma, cuya existencia por supuesto no quiso reconocer (en lo que no se diferencia de cualquier otra ideología o doctrina moderna). Y la relación que existe entre el alma y el cuerpo es la misma que existe entre la forma y la materia, según nos enseñase Aristóteles: el alma es la forma del cuerpo; la forma no puede subsistir sin la materia. Cuerpo y alma forman un todo, una única realidad viviente y pensante, un misterioso compuesto sustancial, no accidental, que nos individualiza. No es cierto, como pretende ahora el biologicismo, que a la mujer la defina únicamente su sexo de nacimiento; en unión con su sexo la define también su alma, que –por supuesto– es única y distintiva en cada mujer, como lo es en cada hombre. Pero existe un 'alma femenina' igual que existe un 'sexo femenino'; y esa unión de materia y forma –y no la mera combinación de los cromosomas sexuales– es lo que determina la existencia de una mujer. El llamado 'feminismo clásico' tomó la realidad oscurecida del alma, que antes había sido deformada por los prejuicios filosóficos positivistas y por el psiquismo fenomenológico, para convertirla en esa mochila de quita y pon llamada 'género'. Y así brindó a la mujer una 'liberación' que no era sino desarraigo antropológico al servicio del capitalismo, que necesitaba convertir en 'imposiciones patriarcales' no sólo los abusos culturales, sino también las vocaciones constitutivas de la mujer, convertidas de repente en resabios indignos del pasado.

Nos enseñaba Ramón Llull que la forma es lo que da el ser a las cosas, como el alma es lo que da el ser al cuerpo. A una mujer no la define tan sólo su 'sexo de nacimiento'; en realidad, una mujer sólo definida por su 'sexo de nacimiento' es un ser tan amorfo o informe como cualquier producto del sopicaldo penevulvar. No sólo el transfeminismo ha contribuido al 'borrado' de las mujeres; tal vez ni siquiera sea responsable del 'borrado' más lesivo.


MÁS DE XLSEMANAL