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Arqueología El misterio de los cadáveres empalados

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Los chinchas, de Perú, insertaban palos en los huesos de sus muertos. Han hallado 192 cadáveres empalados. ¿Por qué lo hacían?

Martes, 22 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 2 min

La sorpresa llegó en 2012. Un grupo de arqueólogos se encontraba trabajando en el valle de Chincha, en el sur de Perú. En sus excavaciones se toparon con algo que nunca antes habían visto: conjuntos de vértebras humanas insertadas en juncos.

Y surgieron

La sorpresa llegó en 2012. Un grupo de arqueólogos se encontraba trabajando en el valle de Chincha, en el sur de Perú. En sus excavaciones se toparon con algo que nunca antes habían visto: conjuntos de vértebras humanas insertadas en juncos.

Y surgieron las preguntas. ¿Quién y cuándo había manipulado de esta manera los restos óseos? ¿Con qué fin lo habían hecho? Siguió una década de investigación y datación de los restos para dar con algunas respuestas, recogidas en un reciente artículo en la revista Antiquity.

En total, los investigadores han localizado 192 ejemplares de este tipo: huesos pertenecientes a adultos y niños del pueblo chincha sujetos con palos. Y han comprobado que los juncos fueron recolectados pocos años después de la muerte de los sujetos. Se trata, pues, de un rito fúnebre de la época, en torno a los años 1450 y 1640.

Los colonizadores buscaban oro en las tumbas, pero también acabar con los rituales religiosos de los indígenas

¿A qué se debía esta práctica? Su hipótesis es que era una manera de la cultura chincha de 'reconstruir' a sus muertos.

En la época colonial eran frecuentes los saqueos de tumbas por parte de los europeos. Tenían un doble objetivo: hacerse con el oro de las tumbas y acabar con las prácticas religiosas indígenas.

Los restos óseos eran fundamentales entre los chinchas y los incas, no solo por su utilidad en 'la otra vida', sino porque exhibían los restos de los muertos en distintos rituales. Incluso se ha comprobado que los pueblos andinos añadían restos, como uñas o pelos, de otros cuerpos para 'reconstruir' a sus ancestros y obtener así nuevas imágenes de culto.

Muestra de ello es que Atahualpa, el último soberano inca, se convirtió al cristianismo justo antes de morir para no arder en la hoguera: así sus huesos, no reducidos a cenizas, podrían 'alcanzar la eternidad'.

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