¿Un Robin Hood del siglo XXI?
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¿Un Robin Hood del siglo XXI?
Viernes, 19 de Diciembre 2025, 13:25h
Tiempo de lectura: 4 min
Luigi Mangione era un desconocido de 26 años cuando, el 4 de diciembre de 2024, en Nueva York, mató (supuestamente) a Brian Thompson, CEO de la aseguradora sanitaria UnitedHealth Group. El asesinato de este director ejecutivo de una industria que, dicen las encuestas, despierta un alto grado de insatisfacción y escepticismo en la mayoría de los estadounidenses, desató una inesperada oleada de adhesiones hacia el autor del crimen antes incluso de que Mangione, principal sospechoso, fuera detenido y ‘presentado en sociedad’.
Durante los cinco días que duró esa caza al hombre, miles de personas en Internet comenzaron a críticar a las aseguradoras y a compartir experiencias negativas con ellas mientras recordaban a ciudadanos fallecidos y a sujetos de graves secuelas por denegación de reclamaciones o por no haber podido asumir el coste de tratamientos.
‘Vengador’, ‘héroe’, celebraban las redes en alusión al asesino, sin conocer todavía su identidad. Algunos usuarios llegaron a ofrecer en público coartadas al tirador. Podcasters de crímenes reales anunciaron su rechazo a ayudar a la Policía. «El asesinato está mal, pero no lo lloro –escribió un lector del New York Times–. Lloro a sus víctimas». Tan brutal fue la reacción pública contra las compañías del ramo que estas rápidamente eliminaron de sus perfiles las fotografías de sus ejecutivos para protegerlos de algún otro ‘justiciero’ inspirado por la acción.
Ante todo este albaroto no es extraño que en cuanto la policía detuvo a Mangione (que se declara inocente) y se conoció su identidad, el sospechoso –blanco de familia prominente, ingeniero, buena planta...– se convirtió de inmediato en una celebridad. Sus seguidores en redes sociales se multiplicaron de forma exponencial dando forma a una comunidad de lo más fervorosa que no ha dejado de generar memes, posts y todo tipo de contenido favorable al acusado. Desde quienes lo consideran un santo a los que celebran sus atributos físicos: «Sólo es culpable de estar buenísimo #FreeLuigi».
Un nuevo culto, el de ‘los mangionistas’, acababa de nacer. Mezcla de fandom pop y digital (memes, erotización, merchandising, ficción creada por fans...) con activismo (crítica de las aseguradoras y de las injusticias estructurales del sistema sanitario de EE.UU.), los adeptos al ‘mangionismo’ ven a su gran referente como una especie de Robin Hood moderno, un símbolo de rebelión contra el poder corporativo y un sistema sanitario exclusivamente preocupado por el lucro. Lo apoyan, incluso, con dinero. Poco después de revelarse la identidad del acusado, un grupo de seguidores anónimos abrió un fondo, llamado December 4 Legal Committee, para ayudar a pagar su proceso legal. Las donaciones a su favor ya superan la cifra de 1,3 millones de dólares. Y subiendo.
Para distinguirse, los fieles, además, han adoptado el color verde (referencia al hermano de Mario Bros, que viste de ese color y con quien el acusado comparte nombre), como se ha podido comprobar en cada una de las cuatro apariciones de Mangione en el tribunal de Manhattan que lleva su caso. Ocasiones en las que aprovechan para mostrar su fervor empuñando pancartas y lanzando lemas a favor del presunto asesino. Al instante, las redes sociales se hacen eco del acontecimiento, incluidos comentarios sobre la ropa que Mangione viste en sus comparecencias judiciales. Prendas que, por cierto, se convierten de inmediato en masivo objeto de demanda. Al fin y al cabo, los mangionistas parecen ser personas de clase alta o media-alta con alto poder adquisitivo.
La mayoría de estos seguidores son blancos y universitarios con predominio de jóvenes entre los 20 y los 35 años, aunque sin orientación política uniforme. Perfil que ha dado pie a críticas que señalan un sesgo de «privilegio blanco», al señalar que la repercusión positiva sobre Mangione tiene que ver con su apariencia, estatus social y origen. «Sabemos claramente que, si hubiera sido un joven negro, la narrativa sería diferente», señala a The Guardian Joseph Richardson, un prestigioso doctor en estudios afroamericanos.