Viernes, 08 de Agosto 2025, 09:42h
Tiempo de lectura: 3 min
Leo que un grupo de neurólogos de la Universidad de Helsinki han evacuado un estudio donde se afirma que escuchar reguetón daña nuestras capacidades cognitivas e intelectivas. Las «melodías pegadizas» y las «letras facilonas y vacías de contenido poético» del reguetón producen, según estos neurólogos de las regiones hiperbóreas, una especie de letargo en las neuronas, volviéndolas pachorrientas, que puede redundar en un deterioro cognitivo prematuro, porque no hay que hacer esfuerzo nemotécnico alguno para aprenderlas, ni tampoco para seguir sus compases párvulos y machaconamente reiterativos.
A la gente más tiesa que el palo de una escoba y más fría que un carámbano le fastidia que en otros pagos anden calentorros
No habría que descartar que a estos neurólogos nórdicos los moviesen el despecho o el resentimiento; pues siempre a la gente más tiesa que el palo de una escoba y más fría que un carámbano le fastidia que en otros pagos anden calentorros y meneando des-pa-si-to sus culos opulentos. Además, a buen seguro estos finlandeses habrán utilizado para su estudio neurológico cerebros autóctonos, cuyo deterioro cognitivo podría haberse producido previamente por las melodías repetitivas de los kanteles fineses, o por la monotonía insufrible de sus cantos rúnicos; cerebros, en fin, donde el reguetón llueve sobre mojado. Pero el caso es que este estudio finlandés llega a parecidas conclusiones que otro evacuado hace más de una década por la Universidad de Miami (donde el reguetón suena hasta en las iglesias), que consideraba esta música lesiva para el hipotálamo y la memoria a corto plazo. Y un equipo de psicólogos de la Universidad de Bamako (Malí), donde no creo que nadie los pueda ganar a sandungueros, ha concluido que las personas que escuchan habitualmente reguetón son un veinte por ciento menos inteligentes que aquellas a las que les gusta escuchar música clásica.
Me he demorado en resumir las conclusiones de estos estudios como ejemplo de los delirios cientifistas que infestan nuestra época; y que la gente comulga y digiere tan campante, como si fuesen dogmas de fe indiscutibles. Evidentemente, las conclusiones de los estudios que acabo de reseñar son por completo grotescas, tan grotescas como –pongamos por caso– las conclusiones catastrofistas y sacaperras de muchos estudios sobre el 'cambio climático'; pero que sean conclusiones grotescas no significa que no contengan semillas de verdad que podrían ser atendidas si el enfoque fuese diverso. Como el enfoque es por completo deformante, esas semillas de verdad se convierten en pacotilla irrisoria que los hechos desmienten y que, a la postre, redunda en desprestigio de la ciencia. En último término, dicho desprestigio nace del afán cientifista por acaparar aspectos de la realidad que no competen a la ciencia, o que sólo le competen en segundo grado; pero el totalitarismo cientifista tiene la obsesión de 'explicar' cualquier asunto, tratando de sustituir al técnico, al historiador, al filósofo, al teólogo y hasta al mismísimo Dios (no en vano uno de los empeños más turulatos y machaconamente fallidos del cientifismo consiste en intentar demostrar que Dios no existe).
En mi retiro veraniego iba a veces a tomar un refresco a un bar donde sonaba el reguetón; y cambié de bar porque aquella música me parecía, en verdad, bajuna y sórdida, de una fealdad que por momentos me resultaba angustiosa. No creo, sin embargo, que escucharla cause a nuestras capacidades cognitivas o intelectuales daños mayores que los causados por escuchar –pongamos por caso– tertulias políticas donde los loritos sistémicos de izquierdas y derechas intercambian los 'argumentarios' que les han dictado los capataces de sus respectivos negociados ideológicos. El reguetón no causa daños materiales al cerebro; el reguetón causa daños espirituales, estimula y enardece las bajas pasiones, siembra en las almas el mal gusto, fomenta el regodeo voluptuoso en la fealdad, exalta el sensualismo, la vulgaridad y la burricie, propone modelos vitales fétidos y cochambrosos; y todo ello con una expresión y dicción horrendas que avergonzarían al gangoso más profundo, con una sintaxis patatera que da grima y una delectación morosa en esos lodazales donde bullen los satanes más bajos, ansiosos por tomarnos de la mano para llevarnos hasta sótanos desalmados donde nos espera nuestro hermano el gorila, nuestro hermano el gusano, nuestro hermano el paramecio, para hundirnos en el barro primigenio de la animalidad. El reguetón, como casi todos los subproductos de la llamada 'cultura pop', ha sido concebido para arruinar almas, no para dañar hipotálamos, como pretende el cientifismo hiperbóreo (o tropical, que esta enfermedad del cientifismo no distingue latitudes).
-
1 La revolución de la vitamina C: confirman su enorme potencial contra el cáncer
-
2 La 'criptonita' con la que China domina la guerra
-
3 Hollywood se viste en Algete: así se hace el vestuario de ‘The Crown’, ‘Gladiator’...
-
4 Pódcast | Alcohol, suicidios, detenciones... la maldición de los hijos de Churchill
-
5 Sexo no consentido: la IA convierte a cualquier mujer (también a ti) en 'pornoexplotada'
-
1 La revolución de la vitamina C: confirman su enorme potencial contra el cáncer
-
2 La 'criptonita' con la que China domina la guerra
-
3 Hollywood se viste en Algete: así se hace el vestuario de ‘The Crown’, ‘Gladiator’...
-
4 Pódcast | Alcohol, suicidios, detenciones... la maldición de los hijos de Churchill
-
5 Sexo no consentido: la IA convierte a cualquier mujer (también a ti) en 'pornoexplotada'