Francisco Isaac Peral Disdier
Valladolid, 7 de diciembre de 2023
Francisco Isaac Peral Disdier
Médico
Estomatólogo, pero feliz como médico rural
Ángel Blanco
Puede que fuera una de las personas más conocidas de Valladolid gracias a su carácter extrovertido, su exacerbado sentido de la amistad y su fama de ‘bon vivant’. Francisco Isaac Peral Disdier, Paco, falleció el jueves en Valladolid a los 67 años después de unos años en los que la salud no le acompañó y se había visto obligado a vivir casi recluido en casa, acompañando a su madre. En la capital vallisoletana ejerció como médico estomatólogo, pero según explica su hermano José María «donde fue realmente feliz fue durante los años que estuvo trabajando como médico rural en la montaña leonesa». Allí podía practicar algunas de sus mayores aficiones, buscar la belleza de los parajes naturales y encontrar rutas gastronómicas donde comerse un buen chuletón.
Nació en Salamanca, de donde es su madre –de apellido con origen en los Alpes franceses–, porque allí se encontraba destinado su padre, médico cardiólogo militar. Fue éste quien le puso Isaac porque la familia estaba lejanamente emparentada con el inventor del submarino. Pensó que así tendría alguna facilidad si quería entrar en la Marina. Pero su vocación era estrictamente médica; eso sí, en el más amplio sentido del término. De hecho, su tesis doctoral trató sobre el desarrollo fetal y, además de la estomatología y la medicina de familia, cualquier tema médico le interesaba.
Alumno del colegio Lourdes, ya allí se vio que Paco era un relaciones públicas de primera. Hizo una pandilla de amigos sin parangón y los conservó hasta el final. Quienes le conocieron no habían visto semejante don de gentes, tal capacidad de socializar. Soltero hasta el final, tenía además gran éxito con las chicas y algunas de las amigas presentes ayer en su funeral le recordaban como «un dandi», un tipo «muy presumido» que allí donde iba, triunfaba. «Era la clase de hombre que gusta a las mujeres, viril, un ‘latin lover’». También muy familiar y de ello dan fe sus diez sobrinos, a quienes siempre colmó de regalos. Para ellos era ‘tío Paco’, cuya llegada iba acompañada de los juguetes de moda.
Como médico, ejerció también en Madrid y en Íscar, y allí donde estuviese dejaba huella de su popularidad. Viajero empedernido, se conocía España de arriba abajo. Salir al extranjero, sin embargo, no le llamaba nada. En cuanto podía se escapaba a Andalucía, donde tenía predilección por Marbella, o algún pueblo de Galicia.
Su salud comenzó a deteriorarse con una diabetes que hizo que perdiera una pierna. El confinamiento motivado por la pandemia lo llevó muy mal y en los últimos años sufría además de ceguera. Se jubiló anticipadamente y se refugió en algunos de sus ‘hobbies’: la música y la radio. Su colección de discos era grande y el transistor le acompañaba día y noche.
Una amiga farmacéutica recordaba ayer una anécdota que define su personalidad: «Estábamos un grupo de chicas en Salamanca, de despedida de soltera, y nos lo encontramos en un bar. Nos invitó a todas. Luego seguimos yendo de cafetería en cafetería y seguíamos encontrándole. Y seguía pagando, no dejaba que fuese la homenajeada la que le invitase. Era de una generosidad sin límite».